Monday, August 9, 2010

Calamaro en las rocas

Orlando se atreve a decir:


Tres años después de La lengua popular, y el boxset Obras incompletas, Andrés Calamaro nos entrega On the Rock, un disco que desde su mismo nombre nos promete una experiencia clásica, sin mucho adorno, articulada por un tipo que sabe cómo se le llaman a las cosas y cómo obtenerlas; que ha vivido lo suficiente para establecer lugares comunes en sus canciones y compartirlos con nosotros cual si fuesen lecciones de supervivencia.

Confieso que me encuentro entre los más fervientes admiradores de La lengua popular, que a muchos les sonó popero, aséptico, sin fuerza, pero que disfruté porque nos devolvía, al menos por ratos, a aquel Calamaro enfocado, capaz de hacer un gran disco de 11 o 12 canciones. Los experimentos con el cancionero popular latinoamericano (El cantante), el tango (Tinta roja) y la experiencia argentina (El Palacio de las Flores) fueron interesantes diversiones, pero para mi, sólo eso. Con La lengua popular nos encontramos ante un Calamaro que al fin salía de su periodo salmón y afirmaba que “parte de mi no cambió, y a la vez ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás”; un tipo que jugaba con su persona de rockstar diciendo que su “Cobain no iba sufrir por demás” y que era “una buena combinación de Homero Simpson con Rolling Stone”. Un Calamaro añejo, cómodo con sus años y sus experiencias, nostálgico al cantar que “muchos amigos se fueron antes que yo y me dejaron solo”, pero esperanzado en que “exista algún lugar donde los chicos escuchen mis canciones aunque no los escuche opinar”. En fin, un hombre que ha venido a aceptar que “hay días para quedarse a mirar, hay días en que hay poco para ver y hay días sospechosamente light”.

Es partiendo de esa premisa y de lo último que pudimos conocer del cantante que no puedo pensar On the Rock como nada más que un paso atrás, un regreso a un momento que ya parecía rebasado, o peor aún, un disco sin mucho que decir. Definitivamente la producción general es mucho más cercana a lo que esperamos del cantante; es sin duda un sonido más crudo y sucio que su disco anterior, pero se siente inconexo, desplazado entre canciones que bien podrían ser b-sides de un mejor disco o parte de una colección más grande como El Salmón, pero que como carta de presentación de un disco redondo y conciso no complacen.

Abre el álbum acompañado de Diego el Cigala con “Barcos”, tema que nos anuncia que esto es un disco de colaboraciones, algo extraño para Calamaro, quien cargó el solo sobre sus hombros el peso de joyas como Honestidad brutal, Alta suciedad y Nadie sale vivo de aquí. Pero no nos adelantemos ni veamos esto como una falla, se trata de un buen tema, donde el flamenco y el pop rock se entremezclan perfectamente como lo hicieron alguna vez Los Rodríguez. Aún así, el coro, “dos barcos que se cruzan en el mar y en el puerto final, y en el puerto final” ejemplifica mi problema con este disco. Está repleto de metáforas gastadas, de imágenes que si bien son bonitas o funcionan, no le hacen justicia al talento del cantautor. ¿Dónde queda el Andrés Calamaro de las especificidades, de los momentos cotidianos y pequeños que cobran trascendencia en un verso? Aquel que decía “quiero llevarte conmigo y no voy a ninguna parte” es difícil de encontrar acá. Con la segunda canción, el problema se convierte en uno insalvable. “Te extraño” suena bien, pero no dice nada. “Te extraño aunque te rías de mi, por eso extraño un beso”, es el verso central de una canción sin pies ni cabeza, con una colaboración de El Langui que no arregla nada. Le siguen los dos mejores temas del disco, “El pasodoble de los amigos ausentes” y “Todos se van”. El primero es un rock “pompioso” que temáticamente se acerca a Los chicos (de La lengua popular) pero con más rabia musical. Cuando Calamaro dice que “el mundo fue pero es lo que hay y siempre será una porquería” uno no puede más que sonreír. El segundo es el tema más Calamaro del disco, en música y en letra. Una canción suave al estilo de Crímenes perfectos, sin la perfección de aquel tema, pero con esa capacidad que tiene el cantante de escribir líneas que en si mismas guardan nuevas historias que la canción no cuenta: “podría haber sido cualquier cosa, una flor en el balcón, algo vegetal”; “no se si tengo hambre, o será que no comí o me olvidé, ataba con alambres los pedazos de lo que alguna vez fue un corazón”.

De ahí en adelante todo es cuesta abajo. Resaltan temas decentes como “Flor de Samurai” y “El perro”, aunque la letra de la última es demasiado insular para mi gusto. Insoportablemente cruel, la colaboración con Calle 13, empieza bien… hasta que llega Calle 13 con la misma cantaleta de los últimos 20 “featurings” que ha hecho. El cover de “Te solté la rienda”, de José Alfredo Jiménez, en donde participa Enrique Bunbury, no está mal, pero es prácticamente una nota al calce, un bonus track de un disco mejor. Además, la interpretación del zaragozano supera por mucho la del argentino. “Me envenenaste” es una canción floja de Los Rodríguez, mientras que “Tres Marías”, con Vicentico, arrastra las peores tendencias musicales de La lengua popular y de las colaboraciones con la Bersuit. Los temas restantes, con la excepción del cover de “Vasos vacíos”, que es tan bueno como la original, son a lo sumo, divertidos.

Es bien sabido que la vejez puede connotar varias cosas: por un lado, sabiduría, madurez, o un entendimiento más abarcador de las cosas; por el otro, cansancio, pesadez, arrepentimiento, y en el peor de los casos, un desarrollo arrestado (traduzco literalmente del término arrested development), alguien que se niega a crecer con sus años. En On the Rock mayormente escucho a un Calamaro más viejo, pero no necesariamente más sabio.



 Juanluís se atreve a decir:


Andrés Calamaro viene en una racha ganadora. Sus últimos tres discos de estudio, El palacio de las Flores, La Lengua Popular y ahora, On the Rock, apuntan alto, altísimo. Pero esto no se trata de sus últimos tres discos, si no del último, On the Rock, así que los otros se quedan para otra ocasión.

La primera vez que escuché el disco estaba en el carro de un amigo. Me dijo “loco, el disco nuevo de Calamaro está bien mierda” Yo lo miré extrañado y le dije que tenía que escucharlo. Me lo puso mientras ibamos a algún sitio a beber cervezas y mientras pasaban las canciones me decía a mi mismo que mi amigo era un huelebicho y que no tenía gustos musicales. Cuando terminó, le pregunté si enverdad no le gustaba, el volvió a repetir que no. Yo le contesté con un extraño gesto en mi cara y no le volví a dirigir la palabra hasta que me bajé del carro.

On the rock muy bien podría ser un repaso a la trayectoria de Calamaro. Todo comienza con Los Barcos, y si no fuera un cliché hubiera dicho, zarpamos con Los Barcos. Dieguo El Cigala y el Niño Josele a la guitarra, comparten con Andrés en este flamenco. Me gusta mucho esta canción y la letra me gusta aún más. Por alguna razón me recuerda al tango “Como dos extraños”. Trata sobre la fugacidad de las relaciones sentimentales, no necesariamente amorosas, si no sentimentales. No sé. Calamaro siempre gusta por estos experimentos musicales.

Te extraño me recuerda a alguna canción canción ochentosa del Calamaro pasada por su disco Tinta Roja, incluyendo claro, un solo de guitarra bien calamaresco y la voz de El Langui. Lo único que jode esta canción, tal como dijo mi amigo, es la letra. Quizás es la peor del disco pero me gusta.

En El Pasodoble de los amigos ausentes regresa el Andrés Salmónico Populacho( es bien divertido adjetivar con su apellido y el nombre de sus discos). Ok, Salmónico Populacho es una referencia a su disco El Salmón y su otro disco La Lengua Popular. Un Riff de guitarra pompioso, una melodía vocal pompiosa y solos de guitarra pompiosos = un rockanrol de alta proporciones.

Todos se van, recuerda a Crimenes Perfectos. Una melodía preciosa, una letra punzante. Deja como que un sabor triste en la boca. “Todos se van, nosotros parece que no, pero también.” Una canción bien para mis días.

En Los Divinos tenemos su primer corte promocional. Un pop menos triste que las canciones anteriores pero que como quiera se funde con el desasosiego de un coro que dice Hoy es hoy, ayer fue hoy ayer. De alguna rara manera, la letra de esta canción me recuerda a Media Veronica y en momentos a Los Rodriguez. “Cuando el cántaro se rompe y no hay monedas en la fuente, cuando uno se despierta y ya no es indiferente. Y no existen los destinos ni siquiera los divinos desafinan los metales sin principios ni finales”.

Calamaro pisa el acelerador y nos ofrece tres buenas canciones con una buena dosis guitarrera donde coquetea con el tema político. Las buenas Flor de Samurai, Gomontonera y El Perro,nos ofrecen gran dosis
de adrenalina.

Los puritanos calamares odiaran la canción Insoportablemente Cruel. A mi entender, una excelente canción. Y una de las mas fuertes del disco. El ambiente jazziao y el flow de Calamaro y Calle 13 hacen de ella una experiencia inolvidable. Fusiona los elementos del jazz contemporaneo, la música urbana y una especie de minimalismo calamaresco que nos transporta a algunas de las 103 canciones del Salmón. Soy sincero, no me agrada mucho lo que dice Residente, pero últimamente no me gusta lo que dice Residente, asi que pues... cuestión de gustos. Empieza con el desgarro por el abandono de una mujer, tema clásico de Calamaro, y luego se torna cruel, ácido, vengativo. Extraño. Creo que es un gran acierto de Andrés colaborar con Calle 13. No solo por lo que lograron hacer. Si no porque Calle 13 está de moda, muchas personas se acercarán a su música. Yo he sido testigo de varias de esas personas.

Las Tres Marías, una cancioncita de esas que nos pone a bailar. Dedicada a su hija, la cual hace una aparición en la canción. Muy bonito. Vicentico aporta su inconfundible voz en los coros y hacen de esta una tremenda cumbia. La unión de estos dos me parece bien interesante. Sus voces contrastan de una bonita manera. Si primero, en Calamaro Querido: disco tributo a Andres Calamaro, Vicentico nos sedujo con una excelente versión de La parte de adelante, Calamaro le devuelve un Vasos Vacios espectacular, tristísimo, con un flow distinto a la original. la cual está incluída tanto en el tributo a los fabulosos como en On the Rock. Un disco de estos dos... UFF

En Te Solté la rienda se le une la voz de Enrique Bunbury y crean un amargo,dolido y muy intimo folk. Buena la canción, muy buena, solo eso. Esperaba mucho más de este junte.

On the Rock es un buen disco, que lejos de ser el mejor de Calamaro, muy bien podría ser un grandes éxitos. Me gustan mucha de las canciones, pero individualmente. Hay algo que me molesta como una totalidad. Aún no descubro que es. No es para una mierda como me dijo mi amigo. Es un buen disco. Si nunca has escuchado a Calamaro , ve directo a Honestidad Brutal y olvidate de este. Lo que Orlando dice que se siente un Calamaro viejo, no lo entiendo. Yo lo siento lleno de energias. Con ganas de innovación. El Calamaro de siempre. 

0 comments:

Post a Comment