Juanluis se atreve a decir:
Hace poco alguno de mis vecinos puso internet en la casa. Me enteré cuando a mi cuarto llegó una débil señal que me permitía conectarme al internet. Pero la señal era tan débil que no me permitía bajar discos. Salió el disco de Arcade Fire y mis amigos ya lo habían bajado. Me echaban fiero e intentaban ponerme celoso porque yo no tenía el disco. Ninguno de ellos me quiso hacer una copia, ni tan siquiera si yo le daba el CD. Decían que era el mejor disco de la historia, que era lo mejor que les había pasado en la vida y alguna que otra cosas igual de exagerada. Yo me hacía el desinteresado, haciéndoles creer que ni me interesa escucharlo. Pero la verdad era que me moría de ganas por escucharlo. Entonces fue cuando descubrí que si me sentaba al lado de la ventana, la débil señal del vecino se hacía un poco más fuerte. La fuerza necesaria para bajar algunas docenas de discos, entre ellos los suburbios de Arcade Fire. Pero hubo un problema. Tenía demasiadas expectativas.
Tener expectativas de algo jode ese algo. Recuerdo las navidades del 1994, mi viaje a Japón, la ex-novia colombiana, la película Where the wild things are, el Super Street Fighter 4, la sensación de tener un libro publicado y en este caso, Los Suburbios de Arcade Fire. Siempre que tengo expectativas de algo, nunca es lo que esperaba. No quiero decir que no disfruto de la experiencia en cuestión, porque sí, las disfruto y mucho, y hasta en ocasiones me han cambiado la vida. Pero nunca es lo que espero. Siempre espero más y siempre me dan menos, me quedo con las ganas y esto precisamente es lo que me sucede con los suburbios. Quizás cada vez que Arcade Fire saque un disco, sentiré este mismo vacío, quizás más caprichoso que cualquier cosa, que siento ahora mismo.
Es que con Arcade Fire hay que tener muchas expectativas. Después de un primer disco como Funeral y de un segundo disco, Neon Bible, casi tan bueno como el primero (nótese el casi), ¿que uno podría esperar de un tercero? Después de que no solo nos dejaron boquiabiertos a nosotros, sino que también a la crítica especializada y a personalidades de la música, como un David Bowie quien no vaciló en presentarse junto a ellos, regalándonos un EP de proporciones épicas. Life on Mars, Five Years y Wake Up combinando las voces de Bowie con las de Win Butler y Régine Chassagne. ¿Que uno podría esperar de esta banda? Quizás justamente lo que deberíamos esperar era algo como The Suburbs. Aunque yo, esperase otra cosa.
The Suburbs es un gran disco. Pero no es el mejor disco de Arcade Fire. Está lejos de serlo. También está lejos de ser el peor. Realmente no sé donde se encuentra. Lo que sí es que no me lo comí tan rápido como a sus dos antecesores. No le encontré grandiosidad de la primera. La tercera vez que lo escuché, lo amé.
El tema que sobresale en los suburbios es la melancolía. Una melancolía por un pasado, que aunque quizás no es mejor que el presente, quizás sí, está repleto de una carga emocional enorme. Tu relación con Francisco quien es tu vecino, tu mejor amigo, tu casi hermano se va a juste cuando decidiste abandonar la cancha y el basket pa' dedicarte a las novias. Ahí se jodió todo, y aunque luego lo llamabas pa' que fuera a tu casa a jugar NBA JAM, y pasaran horas jugando y riendo, la cosa ya no era igual. Y por ahí empezó todo. Siguieron creciendo, compartiendo cada vez menos, hasta que tú te fuiste a la high del pueblo y Francisco se fue a la escuela vocacional. En esos tres años te lo encontraste en un party intercolegial, se abrazaron y hablaron unos dos minutos. Entonces los dos se graduaron. Tú te fuiste a Mayaguez a estudiar y Francisco empezó a trabajar como electricista. Tú estás a punto de empezar la maestría y el hijo de Francisco está a punto de entrar a primer grado. No sabes nada de Francisco, hasta que se reencuentran por facebook. Se cuentan sus vidas y ya. Hasta ahí llega la historia de ustedes juntos. Es una mierda.
En la primera canción del disco, The Suburbs, Win Butler comienza a rememorar aquella adolescencia ya olvidada por la carga del futuro. El feeling de la segunda canción, Ready to Star, se puede resumir en la la parte donde Butler canta: “can we still be friends?”. Le sigue Modern Man donde nos preguntamos que si realmente vale la pena crecer, convertirse en un hombre moderno. Nosotros crecemos, pero ¿la sociedad, la ciudad, todo lo demás, crece con nosotros? “I'm a modern man... In line for a number but you don't understand... Something don't feel right". En Rococo, la voz de Régine Chassagne en los coros mezclada con una letra llena de metáforas que hacen hincapié en lo vacío que puede llegar a ser la modernidad, hace de esta una de las mejores canciones del disco. "Let's go downtown and talk to the modern kids. They will eat right out of your hand. Using great big words that they don't understand". Empty Room, recuerda al Arcade Fire de siempre. Buenísima canción y triste por demás. “Searching in, in an empty room. Something I would never do” City with no Children, recuerda muchísimo a Bruce Springsteen, cuenta la historia de un amor que nunca pudo consumarse. Half Light I y Half Light II (No celebration) cuentan la historia de cómo dos jóvenes enamorados huyen en la oscuridad para estar juntos. Los esposos ( Butler y Chassagne) intercambian protagonismo en cada una de las partes de esta canción. Suburban War, guerra entre culturas, entre tribus sociales, entre razas, cómo dos amigos dejan de ser amigos porque cada cual se parcializó con una tribu distintas. Este en uno de los temas que más me tocaron. “All my old friends, they don’t know me now, are through me now”. Month of May es super guitarrosa, pompioso. Chévere. Wasted Hours es una baladita bonita. Bien Buena. We used to wait, probablemente la mejor canción del disco. Una canción que recuerda Rebelion (lies) de Neon Bible.
Como punto final de los suburbios tenemos Sprawl (Fatland) y Sprael II (Mountains Behind Mountains), temas súper dispares. El primero es tenue, con un piano desgarrador y con la voz de Butler. La segunda es super pop, super ochentosa y está muy demás en el disco. Rompe con la atmósfera que venía trabajando la banda a través de todo el disco (musicalmente, claro). Pero es una gran canción, quizás una de las mejores de la banda. Aunque, espero que este sonido no sea la evolución del grupo. El disco termina como empezó, con The Suburbs, más de lo mismo.
Entonces, aunque es un disco fantástico, con una propuesta, por así decirlo más madura que sus antecesores, con letras que te hacen reflexionar y con una musicalidad envidiable por muchas otras bandas. Prefiero pasear por el Neighborhood que por los Suburbios. ¿Por qué? The Suburbs carece del aspecto épico del que gozaban sus otras producciones. Es un disco para escucharlo como un todo. Individualmente, muy pocas de sus canciones sobresalen. Sin duda, uno de los mejores discos del año y otro sticker que marca la genialidad de Arcade Fire.
Orlando de atreve a decir:
“All my old friends, they don’t know me now”-
Suburban War.
Hace mucho no piensas en él. No es que no lo veas, después de todo crees que aún es tu vecino, al menos de vez en cuando. Es que le pasas por el frente con tus gafas hip y le haces un gesto de hola con la mano, pero no bajas el cristal, no frenas siquiera un poco. Si pudieras, lo sabes, no saludarías. El hace lo mismo mientras se fuma un Newport 100 frente al portón de su casa y habla por el celular. Probablemente miraría al piso, ignoraría tu carro charro sin tintes y con tapabocinas doblados. Pero no puede. Tu tampoco. Y sin embargo, nunca piensas en eso.
El otro día viste que tiene tatuado en la espalda un pergamino gigante con el nombre de uno de sus dos hijos. Se lo hizo en la cárcel y no lo estás suponiendo, es un hecho comprobado. Durante esos dos años, llamaba a tu casa cada vez que su hermana estaba al teléfono y no cogía la otra línea. “Javi, dile a mami que estoy llamando, que lo coja”. “Ok”. “Dale, hablamos”. ¿Qué se suponía que le dijeras? ¿Todo bien, mano? ¿Cómo te va por allá? Quizás. Tampoco querías demonizar una experiencia que no habías vivido, pero igual, era raro. Cuando salió, te contó todo y fue algo “cool”. En esos días reconciliaron un poco con la realidad la imagen distorsionada que cada uno tenía del otro: el notó que no eras tan pendejo y tú que el no era precisamente un tecato. Mucho antes sin embargo, la cosa había dado sus últimos aletazos.
El llegó luego de 18 misteriosos meses de ausencia. Tu estabas en cuarto año y sabías lo que había, pero no le dabas importancia. Ya desde noveno el estaba el la del y tu en la tuya, y cuando se perdieron los $150.00 de la pensión, era evidente que aquello era una pérdida de tiempo. Nunca sentiste la necesidad de ser el amigo concienzudo, el buenazo que aconseja, y la verdad es que no te arrepientes para nada. Aún así, cuando volvió acababas de sacar la licencia y querías salir de Bayamón. Fiestas de la Calle. Dos horas buscando parking, una jangueando. Se acabó.
Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en que se pompearon con Star Wars y jurabas que los dos amaban el cine por igual. La noche que te fuiste a ver Anaconda a la tanda de midnight con tus hermanas y sus novios te sentiste como mierda. El había alquilado The Return of the Jedi, la original en VHS, y tu a sabiendas le pichaste. Lo hubieses invitado pero sabías que no lo iban a dejar. Además, entre adultos se lucía. De igual manera, cuando sacaban los sábados para lavar los carros de sus mamás y caminaban al Pitusa a tumbarse esponjas y balletas, el ritual era tan sólido, tan real, que parecía que lavar carros y alquilar películas los mantendrían juntos para siempre. Y jugar billar en la pizería, y adoptar secretamente una satita y sacar salchichas de la casa para darle, y jugar Resident Evil 2 en su Playstation, y…
Una vez estaban viendo Ghosts (la película favorita de su hermana, o al menos esa era la excusa) y por alguna razón el escuchó que eras católico y se fue. Al rato regresó y dijo: “tu eres un católico buena gente, y tu mamá también.” No se habló más del tema. No te acompañó nunca a la iglesia, no crees que lo dejaran, pero un día tu fuiste a su culto. El pastor habló de extraterrestres y sacó un inflable verde de esos que dan a cambio de miles de tickets en Time Out. Todo el asunto te pareció ridículo, pero al menos conociste una niña. Una nena linda pero cristiana. Una nena linda y cristiana. El pero viene mucho después.
Ahora piensas en él con algo que no es cariño ni es nostalgia. Es un desapego que te permite ver las cosas como fueron. Sabes que a diferencia de la escuela, no tenías muchas opciones. Era el vecino travieso que corría bici, que se iba a otras calles sin pedir permiso, que decía carajo desde segundo grado; o el nieto bobo de la doña de al frente. Y pa’ bobo tú, pensaste. O piensas ahora. Probablemente eso. Y en ese sentido, ves que hay algo de familiar en todo el asunto, eso de a tus amigos los escoges, a tu familia la tienes. Pero yo no lo escogí; también lo tenía.
Entonces no se si The Suburbs es un gran disco. Ni siquiera se cuan cercano sea lo que cuento a lo que el disco busca decir. Pero es un disco honesto y maduro que me ha hecho pensar. Con Funeral, The Arcade Fire empezó en un peak musical, conceptual y temático que difícilmente pueda igualar, pero el carácter épico de aquel disco, y en menor grado, de Neon Bible, está aquí, sólo que de otra forma. Escuchadas individualmente, pocas canciones resaltan. En lugar de contar con himnos tan inmediatos como Wake Up o No Cars Go, es la secuencia y el feeling lo que se ha quedado conmigo.
The Suburbs te lleva por muchos lugares distintos, pero todos tienen un espacio común: una calle, un carro con olor familiar, una casa que aún sin fotos, vacía, sigue siendo propia. De sus 16 canciones, yo me quedo con las historias más pequeñas. Suburban War, The Suburbs, Half Light ii, Ready to Start y, en particular, las dos Sprawl, merecen mención junto a las mejores canciones de la banda. La primera (Flatland) evoca un escenario post-apocalíptico; eso de andar perdido, de al fin saberse y aún así no saber nada es algo que inevitablemente le sigue a cualquier quiebre o ruptura, no necesariamente sentimental. “Cops showing their lights on the reflectors of our bikes, said, do you kids know what time it is? Well sir, it's the first time I've felt like something is mine, like I have something to give. The last defender of the sprawl said, well where do you kids live? Well sir, if you only knew what the answer is worth been searching every corner off the Earth.” Sprawl ii (Mountains Beyond Mountains), por el contrario, es una canción que suena alegre, la mejor del disco, aunque acepto que se aleja un poco del sonido general de la banda.
Por otro lado, hay una cuestión muy presente del suburbio como este espacio seguro y económicamente estable del que uno se separa por decisión propia, aunque nunca pueda borrar la huella que deja. Es una idea que entiendo a medias, pues nunca he vivido en control de acceso y mi “suburbio” es una urbanización vieja y abierta de clase media baja. Por alguna razón me recuerda a “Salimos de aquí” y “El wanabí” sin todo ese discurso idiosincrásico y regional que afecta a ambas canciones. De todas formas, y creo que aquí radica mi amor por el disco, The Suburbs logró convertirse en mi experiencia. Y no es el cliché de que se siente hecho para mí, de que me habló. No me permite fungir como ente pasivo. Más bien, nos pusimos a dialogar y encontramos puntos de encuentro.
0 comments:
Post a Comment