Tuesday, November 2, 2010
Canciones para entregarse a la maldá (parte 3)
Primera parte, 6 canciones, segunda parte, 6 canciones, tercera parte… casualidad?
Luke Warm dice:
Follow my Ruin- Royksopp
Fui a Perú porque me dijeron de buena tinta que se iba a caer Machu Pichu. No fui por que es un monumento, por su trascendencia arquitectónica como bla,bla, bla. Fui verlo por que tengo la firme ilusión de que se caerá, se desmoronará, volará en cantos y no habrá sitio que visiten futuras generaciones. Entonces con sumo orgullo, pero con aun más huelebichería podré decir “yo fui” y frotárselo sutilmente en la cara a otra gente, por aquello de sentirme mejor conmigo mismo, por que muy adentro por mas que me guste Kerouac o simpatice con grupos ambientales, soy un tremendo cabrón, mala fe y envidioso.
Dead bodies- Air
Una vez maté a un gato. En mi defensa, era muy joven y fue sin querer. Estaba jugando con él y lo metí en el freezer, no para dejarlo, pero en eso llegó mi abuela gritando a regañarme, que recogiera el reguero de juguetes que tenía en el medio de la cocina, lo hice de inmediato, concentrando todas mis limitadas capacidades en poner cada figurita en su sitio. La cosa fue que se me olvidó el gato. No creo que eso sea homicidio, o sea, tenía cinco años, no tenía una idea de matar al gato, era mas bien como cuando Tom y Jerry se hacían maldades. Fue mi madre quien con un grito terrible anunció el descubrimiento aquel. No tardaron en conectar el cuerpo inmóvil del gato conmigo, novatadas de asesino primerizo, había dejado debajo de la puerta de la nevera algunos cubitos de Legos y una calcomanía del álbum de Alf pegada a la parte inferior de la puerta. Mi mama lloró, me llevó al sicólogo un tiempo, luego no se habló mas de aquel terrible día. Aprendí mi lección, a no ser como Hanzel y Gretel, a lo CSI, sin cuerpo no hay delito.
Dead- Zoe
Desde chiquito me gustaba estar en la calle, decían en casa “con las malas compañías.” Prejuicio, algo de acierto o adivinación también. Saben de a vicio las madres, mas de la mitad de mis amigos de infancia están presos, muertos o pidiendo en el semáforo que separa a Santurce del Condado. La mayoría del tiempo cuando paso veo al Peter, el Bebo, siempre que tengo dinero o cigarrillos le doy algo. Uno sabe la que hay, el hombre tiene mi edad y parece de cuarenta, flaco, flaquísimo, metío en la neblina, entregau a la maldá. Desde hace como cinco años siempre que lo veo esta pidiendo o enmantequillau. Siempre que ve la guaguita mía prende y le mete chambón. Viene a saludarme, “Chimi, papito que es la que hay.” Siempre hablamos de lo mismo, que que hago, pa donde voy, que si se de Chino, de Charlie, que les mande saludos, entonces la luz cambia a verde “Mándale saludos a tu mama y tu hermano” mientras se abalanza un poquito a la prisa sobre mi con el hombro apretándonos la mano. Me da vergüenza decirlo, pero me da un poco de asco darle la mano. Cada vez que lo veo me da estrés, trato de evadir el contacto y me siento bien tierra. Yo pasé mi infancia con aquel teco, aquel tipo fue mi pana, con el que jugaba pelota los sábados en Miramar. Su papá nos llevaba agua en galones congelados y bebíamos machineándola mientras se derretía, todo el camino de vuelta, hablando de que si Jordan, de Mortal Kombat, pegándole el pico a la misma botella.
Madeleine-Mary - Bonnie “Prince” Billy
Sergio es de los tipos mas objetivos que conozco. El cabrón es frío en donde se necesita serlo, perspicaz, analítico, enfocado, un tipo que estudia y estudia y lee y lee. Mas de una vez me ha carcomido la envidia por la capacidad salomónica que tiene para resolver cuanta discusión pendeja comenzamos entre amigos, sea por la mierda mas académica pendeja del mundo o por el resultado del episodio final de Lost. En el futuro cercano de seguro será un cocorote el cabrón, eso claro, si logra superar el miedo pendejo que le tiene a los extraterrestres. Nunca me lo he podido explicar, un tipo tan listo con un terror tan grande por algo que no ha visto, por una especulación de periodiquito sensacionalista mezclado con X-Files. Pienso en eso y me río, mientras veo como por a Brad Pitt caer al suelo, flecha en el tobillo, la única que no logró arrancarse, con la que encontraron tendido al mítico Aquiles aquel.
Eat him by his own Light- Johnny Greenwood –There will be blood OST
Una vez tomé una clase donde la profesora, en medio de no se que conversación, detuvo la discusión de una novela para confesar que siempre había querido comer carne humana. No se por que lo hizo, pensó tal vez habría en el público fascinado de sus alumnos algún voluntario que se dejase comer algún pedacito que le sobrara, o que se yo, a lo mejor lo dijo como parte del performance del profesor transgresor. Tomó el resto de la clase, hora y media tal vez, hizo todo un desglose de cómo lo haría, hasta estipuló a que debería saberle y con que lo acompañaría. Lo tenía muy claro ella. Los estudiantes todos animados y ya casi con el hombro del compañero de al frente entre sus dientes incitaron con fanfarrias y sugerencias la imaginación de la profesora que en su carácter ocultista ya casi flotaba como bien hace todo escritor místico. A mi no me impresionaba un carajo. Comer gente, gran mierda. Tan pendejos y fáciles de matar que somos. No presentaría ningún reto darle un mordisquito a algún pendejo en la fila del cine o aun mejor atrapado entre el sube y baja de un elevador. Mientras todos en la clase levitaban yo dibujaba en la libreta, garabateaba en realidad, recordando de momento los cuentos de un amigo estoniano, Oliver, que nos contaba como en invierno su papa casaba lobos con arco y flecha. Que era ilegal cazarlos en esa época y un disparo lo delataría. Nos contaba que el papá lo hacía para secar la carne y comerla, además de vender la piel para comprar lo básico en lo que llegaba algún trabajo estable en una mala racha de desempleo prolongadísimo. Nada mas y nada menos que cazando lobos resolvían. No logro ni imaginarme a aquel hombre, tendido sobre la nieve fría, arco en mano, esperando que apareciera, no un venadito o un pato, sino un lobo, eso a la vez que vela no vayan a arrestarle los guardabosques o a encontrarle la manada de lobos. Imagino a aquel hombre con su herramienta en mano, pensando en como logrará que sus hijos sobrevivan el invierno. Lo imagino, a él que nunca lo he visto, casi veo el brillo de la piel expuesta en sus pómulos quemados por el frío, los labios secos y abiertos ardiendo mientras cierra su ojo izquierdo, apuntando la punta de la flecha sobre el animal que gruñe cercano. Lo veo incorporarse y acercarse al animal, sacando la flecha de su costado, guardándola para el próximo. Su cuchillo entrando en el vientre, su mano vaciándolo de vísceras sobre el suelo blanco aquel. Luego de un halón echándose a espaldas el peso del saco de carne y piel aquel, llevándolo de vuelta a casa. Ya para cuando me percato clase completa y profesora se han perdido en el camino, quien sabe donde en medio de aquella tormenta de nieve. Sigo garabateando en mi libreta, escuchando sus voces en el fondo, sin prestarles mucha atención, tratando de no perderle el rastro al cazador.
Dark bubbles- Black Moth Super Rainbow
Pienso que los ficheros son de los objetos mas tristes que conozco. O sea, tienes estas tarjetas, ordenadas sea por autor o por título, con sus etiquetas nítidas, todas guardaditas en gavetitas que no muy a menudo abren o cierran. Los libros a los que corresponden, el libro que pido, la tarjeta de préstamo indica nadie lo ha tomado en sus manos desde el noventa y dos. Van dieciocho años desde que alguien le interesó darle una ojeada a alguna de sus páginas y ahora es uno el que esta ahí, fotocopiando lo necesario, forzando la página para que quepan ambas en la misma copia, pronto a devolverlo y que lo lleven a su deposito, a esperar quien sabe cuanto, quien sabe si siempre. Mi mama dice que si algún día enferma y no puedo cuidarla que la mate, que no la envíe a uno de esos hogares. Yo me pego el libro al pecho como haciendo que lo cargo, con ganas de quemarlo ahí mismo, de dejarlo ir aunque nadie vuelva a leerlo, súbito pánico calladito. Me pregunto si podría hacerlo, si tuviese que hacerlo que haría. El que mande a su madre a pasar sus últimos días en un asilo merece una tarjeta mas bajita que las otras, que no resalte de manera alguna, que no tropiece sobre ningún dedo, bien al fondo, que jamás lo encuentren, amarillente solo, que le toque el fichero dañado del final de la sala de lecturas, el azul de gavetas pesadas que nadie jamás examina.
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LukeWarm
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