Monday, November 1, 2010

Canciones para entregarse a la maldá (parte 2)







Parte dos. Dios nos coja confesaos. Luke Warm se atreve a decir:


The Devil Never Sleeps- Iron and Wine
Mi abuela contaba que su hermano Pedro, de tanto llamarlo, el diablo lo fue a buscar a la casa. “No mencione a ese señor en esta casa” pero a Pedro no le importaba. “Me cago en el diablo.” “Malrayo parta el diablo” y por el estilo. Eso, decía abuela, hasta que una noche, ya casi de madrugada, escucharon un escarceo en los alrededores de la casa, un ruido terrible. Todos se levantaron, los nueve hermanos y sus padres. Un hedor terrible por toda la casa. Fueron sus hermanas y ella a asomarse cuando su madre las agarró, cubriéndoles con una sábana, entrándolas de nuevo al cuarto. Dice ella que no logró ver mucho, solo que había un resplandor intenso, que logró entre ver la silueta de un hombre afuera como si estuviese en llamas, el brillo iluminando la silueta de su padre agarrando en una mano un machete mientras con la otra tomaba a Pedro del brazo. Dice que no vio mas nada. Por largo rato escuchó a su padre gritar y discutir sin poder discernir lo que decía entre tanto alboroto. La cosa fue que esa noche a Pedro no se lo llevo el diablo. Al otro día nadie hablo ni pregunto nada, como si nada hubiera pasado. Su papá nada dijo sobre lo que había sucedido. Tuvo que ser ella la primera en preguntar, “¿qué quién era aquel hombre?” a lo que su padre dando con los puños en la mesa grito “Coño María, que no se hablará mas en esta casa de ese señor”



Se que se ha dicho antes pero ¿no les da miedo cuando están mirando fijo a la oscuridad y comienzan a sentir como si algo los mirara de vuelta?

Era el fin de mi primer semestre en la universidad, una invitación al Ocho desembocó en una gira que culminó en Humacao, frente a una casa de madera de dos pisos, enorme, en un monte oscuro bocaelobo donde solo se escuchaban coquíes y a veces los ladridos de los perros. Estaba en la Cherokee de una amiga que tomaba antidepresivos y que me lo estaba confesando en ese preciso momento, después de lo que habíamos hecho, entre lágrimas, en el medio de la nada, contándome su vida entera a manera de resumen como si se tratara de los titulares de las noticias. “Soy esquizofrénica, me diagnosticaron.” Me he tratado de suicidar tres veces” incluso abundo en detalles de cómo un tío suyo la había molestado. Por que me lo contaba no tengo idea ¿Qué se supone que uno diga en una situación así? La verdad no se ni que fue aquello. Fue una noche horrible de asentir y decir “wow”, “que horrible” y “te entiendo” demasiadas veces. Ella me encantaba hasta aquel momento, pero jamás le acepté ninguna otra invitación a nada, no podía imaginarme de nuevo en aquella situación, mintiéndole a la cara, dejándole confundir el gesto empático de escucharla con el de quererla, cuando en realidad no, yo no tenía las contestaciones a sus problemas, ni a los míos, yo ni sabía exactamente que quería o por que estaba allí, por bellaco quizás, por mala persona, aquella nena hasta entonces me encantaba y no sabía en realidad nada de ella.

¿No te da una perse horrible cuando vas guiando solo de noche, de que se te va a aparecer algo en el retrovisor o en el asiento de atrás o en el medio de la carretera? Aunque sepa que es estúpido verifico, por si acaso, es mejor ser un cagau que un muerto.

No es fácil recuperarse tras un accidente, hay quienes tardan años en volver a caminar, en decir una sola palabra, muchos ni eso. La novia con la que mas duré la conocí con el pelo azul. Recuerdo la primera vez que nos besamos fue en el colegio sentados los dos en un pupitre. Ella tenía el pelo a los hombros, celeste casi neón, recién teñido, del mismo sudor se había manchado el cuello de la camisa. Ese día me ofrecí a llevarla a su casa. Llevábamos las ventanas del carro abajo. Siempre que la miraba se reía, me decía carcajeándolo “¿qué me miras?”  sin saber que contestarle mientras su pelo iba moviéndose en todas direcciones, el propano aquel, la llave del gas abierto esperando una chispa, lo tibio de su mano sobre la mía, aquello terrible que se abría paso sin darme cuenta, quemándose azul en mi memoria. 


eilem A est morte- Defile Des Ames

Desde mis seis hasta casi los doce pase los veranos en el campamento de la universidad de mi mama, Verano Feliz Coca-Cola. No era particularmente bueno ni malo, un campamento mas, niños, algunos amigables, otros que me molestaban, lo de siempre. Tenía como diez años cuando paso esto, era el día de la noche de San Juan. En el campamento todos los años hacían un pool party. Mientras todos practicaban sus clavados y saltos mortales yo me quedaba seco, camisa puesta, cerquita del barbicue, jartándome de papitas, comiendo hamburguers y bajándome de dos en dos los juguitos Suiza de guava-piña. No se cuando pasó, estaría atragantándome algo, cuando de momento una instructora comenzó a gritar. En segundos hubo un corre y corre terrible. Un instructor tras otro comenzaron a saltar al agua, no sabía que pasaba así que cogí otro hot dog. Los gritos siguieron, pánico total sin entender yo nada. Entonces lo vi. El cuerpito flaco aquel, descolorido, como si lo hubiese atacado todo el cloro de la piscina, flácido, frío. Comenzaron a removernos del área. A lo lejos escuchaba al salvavidas hablándole al cuerpito aquel, el nene no respondía, presionaron y soplaron buen rato pero nunca lo hizo. Entonces finalmente vi quien era, Hiram, del grupo que seguía en edad al nuestro. Nuestra instructora no paraba de llorar, todos en mi grupo lloraban, menos yo. Ese año el Verano Feliz Coca-Cola se terminó temprano, a los padres les devolvieron el dinero equivalente al tiempo que faltaba, mi mama furiosa con ellos sin saber que hacer conmigo de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Nunca supe que fue lo que pasó, se rumoró todo tipo de cosa, que lo empujaron, que se dio un golpe, que se desmayó, un calambre, nunca supe. Al año entrante estuve de nuevo en el campamento y el otro, jamás escuché a nadie hablar de aquello, como si no hubiese pasado, le pregunté a algunos niños que habían estado en años anteriores, pero nadie recordaba nada. Supongo que cuando alguien muere tan joven no hay mucho alboroto. A parte de sus padres no hay quien recuerde al matojito de niño aquel, arbustito a lo mucho, pero yo si, esa tarde en que Hiram se ahogo se me hizo imborrable, recuerdo el ruido, sus manos meciéndose, los ojos abiertos y perdidos del pescadito aquel, si me preguntan sacaron de la piscina una ballena, la cosa enorme aquella fue haciéndose música, grave y pálida canción, de piernas oscilando sin rumbo como cuando estas en al cúspide de un columpio.




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